Translate

martes, 31 de julio de 2012

Como ya dije antes, la computadora tiene sus ventajas para el escritor. Los procesadores de texto son una gran ventaja frente a lo que significaba escribir a mano o mecanografiado. Recuerdo que mi primera compu fue una AT 286 con monitor blanco y negro, 1 mega de memoria y un disco rígido del cual hoy se ríen los DVD.

Teníamos un windows 3.1 y usábamos como procesador de texto un programita llamado PW, que corría en DOS. Sencillito como era, para mí había significado un avance tan fundamental como el descubrimiento de la rueda para la humanidad.

Pero nada como la internet. Con ella, he podido investigar en horas lo que a Julio Verne le hubiera tomado años. Pero quizá a don Julio no le importaba tanto ser veraz con hechos y lugares, porque esa falta de información general que era característica del mundo le daba libertad para inventar lugares, hechos y personas sin preocuparse por lo que pudieran opinar los demás.

Y lo dicho me lleva a preguntarme, ¿por qué me preocupa tanto lo que puedan llegar a opinar los demás? ¿Por qué debo ser tan riguroso para documentarme respecto de fechas, costumbres, lugares, cuestiones técnicas que en realidad a nadie le interesan? Nadie, pero soy un hinchapelotas y necesito darle un marco real a las ficciones que creo

Al escribir "Memorias de un Romano Cualquiera" me dediqué a estudiar mapas de la época del reinado de Cayo Julio César Augusto, primer emperador de Roma, a interiorizarme sobre la arquitectura, la geografía, la moda, la gastronomía y las costumbres sociales del romano de aquella época. Estudié respecto a las embarcaciones, medios de transporte, carreteras y los tiempos que llevaba ir de un punto determinado a otro. Estudié los aspectos de la economía romana, escalas de pesos y medidas, unidades monetarias, valores de productos básicos de consumo común. Cuanto costaba un ánfora de vino, que equivalía a 3 modios o 26,25 litros, o un esclavo o un caballo. 

Todo esto lo pude investigar en un par de semanas gracias a la web, de noche, en mi casa, sin tener que preocuparme por quitar tiempo a mi trabajo de abogado para visitar museos y bibliotecas en países lejanos. Cuando escribí "SAFARI" pude recorrer el Congo con el Google Earth. 

Arturo Pérez Reverte puede darse el lujo de venir a Buenos Aires para recorrer las calles por las que transitarán los personajes de su última novela. Cuando escribió El Asedio, se mudó a Cádiz y se empapó de la historia de la ciudad que estuvo sitiada por los ejércitos napoleónicos en la Guerra de Independencia de España. Javier Moro, el último ganador del premio Planeta (ese, del que fui finalista) viajó durante varios meses a Brasil para investigar a Pedro I de Brasil.

Claro, los dos son escritores consagrados y millonarios que pueden darse el lujo de mudarse tres meses a otra ciudad o país para reconocer lugares, culturas y costumbres. Yo no. Me las arreglo con internet. 

Porque no alcanza una vacación de tres semanas para profundizar el conocimiento de un lugar. Mucho menos si uno lo que busca es relajarse un poco después de un año lleno de tensiones. Hace falta viajar como si fuera un trabajo.

Eso no implica que nunca investigue fuera de la web. Para "LAS ROSAS NO SABEN DE LÁGRIMAS" compré libros de historia, un libro de fotografías antiguas de Buenos Aires y la Argentina, visité el Museo Nacional del Traje y el Museo de Armas de la Nación. Caminé las calles del casco histórico de Buenos Aires, el Cabildo, los restos del Fuerte. Visité cada una de las iglesias de la época.

Pero claro, no fue un trabajo. Siempre que recorro mi Buenos Aires querido, es un placer.

Cada noche que me siento frente al teclado para escribir y me entra una duda sobre algo, agradezco que tengo una conexión a internet. Y puteo porque, como ya dije, quién me manda a ser tan riguroso en lo que hago. 

Desde Buenos Aires, los abrazo. Brian.

No hay comentarios:

Publicar un comentario