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jueves, 2 de agosto de 2012

Thank you for the music.

Sí, leyeron bien, puse el título de un tema de ABBA. Sí. ¿Y qué? Los cuatro de Suecia eran uno de los grupos pop favoritos de mi mamá, que era una apasionada del folclore, la zarzuela y la música clásica. Algo tendrían.

Pero no se trata de escribir sobre ABBA, sino de la influencia que ha tenido la música ha tenido en mi trabajo autoral.

Gracias a mi amigo Fede Figueroa, uno de mis pocos poemas se convirtió en música. La verdad, si hay que decirla, es que la poesía no me gusta y, por ello, nunca me he esforzado lo suficiente en escribirla. ¿Cómo dijo? ¿Se dice escritor y no le gusta la poesía? Sí, soy escritor, no poeta. Pero, pese a ello, he escrito poemas. Recuerdo en mi época del servicio militar que escribía poemas por encargo de algunos de mis compañeros para que la novia los perdonara. Alguno de ellos tuvo éxito. Al menos, por un tiempo. Pero no puedo jactarme de ser el heredero de Neruda. Ni siquiera uno de sus hijos putativos. Más bien, el mundo de la poesía podría decir hay que ser hijo de puta para escribir semejantes porquerías.

Otra vez me fui en divagues. Fede, como dije, le puso letra a "NOCHE DE DUELO", una pieza que tiene cierto encanto. Alguna vez pensé que podía ser un buen curro convertirme en letrista, pero la verdad es que no tengo ni paciencia ni madera para ello.

Pero no por ello he mantenido a la música alejada de mi trabajo. "RUBBER SOUL", mi primer libro editado en papel, es un homenaje al disco homónimo de los Beatles. "SINFONÍA EN CONSTITUCIÓN" es un homenaje a "LIBERTANGO" de Ástor Piazzolla. En "LA PANDILLA DE LA CALLE PERDIDA" está presente la música de Serú Girán. La novela de la que no puedo hablar homenajea a los grandes del jazz: Charlie Parker, Paul Desmond, Gershwin, Chet Baker, y muchos más.

Se me hace difícil pensar la vida sin música. Está en todos lados. Si prendés la tele, hasta los programas más aburridos están musicalizados. Si te subís a un subte es seguro que te vas a encontrar con algún músico callejero que se esté ganando sus monedas con su arte. He visto violinistas, saxofonistas, guitarristas, cantantes, percusionistas y hasta unos fulanos con unos instrumentos raros que ellos afirmaban pertenecían a una tribu de nativos de Nueva Guinea y Papúa. Lo único que me falta ver es una comparsa de Samba con sus garotas meneando las caderas dentro del vagón.

Por eso se me hace difícil pensar un libro en el que no exista música. De otro modo, los personajes serían muy artificiales. Hace poco leí una novela de Jodi Picoult en la cual la única referencia que hace a la música es que el personaje de la chica adolescente se internaba con su ipod. Lo curioso para mí es que esta autora escribe en primera persona con la particularidad que cambia en cada sección al interlocutor. Ahora habla el padre, en el capítulo siguiente la madre, en el tercero la hija de 13 años. Nunca nos enteramos qué música había en ese ipod y eso para mí es grave, porque se puede saber mucho de una persona si se ve el contenido de un ipod.

 Confieso que en "LAS ROSAS NO SABEN DE LÁGRIMAS" hay menos referencias a la música de la época, pero la verdad es que en 1812 no había granófonos ni ningún tipo de medio mecánico para grabar y reproducir música. Debería investigar más. Pero siempre hago referencias a la presencia de la música en las reuniones sociales y a los bailes del momento.

Ahora, en el proyecto de novela futurista sin título he agragado una cancíón que siempre me gustó mucho, cuya letra puse en la garganta de una mujer que debe despedir al hombre que amó entre copos de nieve y lágrimas escarchadas. Dicen que el río se detuvo a escucharla cantar.

Ahí les dejo la versión de los autores del tema, el grupo Xemá, que para su segundo disco había mutado para convertirse en el grupo conocido como El sueño de Morfeo.
Desde Buenos Aires, los abrazo. Brian.




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