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jueves, 9 de agosto de 2012

CIUDAD EN CRISIS

Desde la noche del viernes 03 de agosto de 2012 la ciudad de Buenos Aires se ha convertido en un caos. Es cierto que esto se hizo evidente recién el lunes 06 de agosto, cuando el millón y medio de personas que a diario utiliza ese transporte para llegar al trabajo, a la escuela, a la universidad, a oficinas públicas a hacer trámites, a centros de salud o, por qué no, a conocer el Obelisco que se yergue en medio de la avenida 9 de Julio tuvieron que elegir otro medio de transporte para desplazarse.

Yo pertenezco a ese millón y medio de personas que han quedado huérfanas de su medio de locomoción habitual hace ya casi treinta años. Mierda, cuando uno lo dice suena peor de lo que es.

Desde toda la vida viví en la zona del barrio de Belgrano. Cuando era pequeño, lo hacía en la calle Juramento, en las Barrancas, justo en frente de la terminal de colectivos de las líneas 44, 55, 63, 64, 65, 80, 113, 114 y 118, sin contar que es el punto de paso obligado de todos los ramales de las líneas 15, 29 y 60. Allí mismo se encuentra la estación de tren Belgrano C del ferrocarril Mitre, que va de Retiro a Tigre. Hoy día, cruzando la vía del ferrocarril, se encuentra el Barrio Chino, cuatro calles que han sido conquistadas a fuerza de dólares por los comerciantes chinos para hacer de esa zona su lugar de pertenencia. 

Cuando tenía 8 años nos mudamos del departamento de Barrancas a un PH en Belgrano R, del otro lado de Cabildo, cerca del Hospital Pirovano. Mi nuevo hogar estaba a tres cuadras de mi colegio, con lo cual abandoné los viajes en 113 a la salida de la escuela por una caminata acompañado de amigos que vivían en un radio de cincuenta metros de mi puerta. 

El subterráneo comencé a utilizarlo cuando ya estaba en la secundaria. Normalmente, me tomaba el colectivo 19 hasta Chacarita y de allí tomaba el ramal B del subte, que va por debajo de la avenida Corrientes hasta lo que solía ser el Correo Central, y me podía bajar o en la estaciones Uruguay, Carlos Pellegrini o Florida. El propósito de estos viajes era o la compra de libros que no se conseguían por las librerías de Cabildo o para ir a ver una película en los cines de Corrientes o de Lavalle.

Ya de más grande, lo utilizaba para ir a la facultad, que quedaba en la esquina de Moreno y Defensa, detrás de la iglesia de San Francisco. El viaje lo hacía en tres etapas. Primero me tomaba el tren en la estación Belgrano R hasta la estación Ministro Carranza, que solía demorar cinco minutos porque eran sólo dos estaciones. Después, me metía en la estación Carranza del subterráneo, que por aquél entonces tenía la particularidad de hacer un recorrido de una sola estación. Así como lo leen. Había un andén único que recibía un tren de tres vagones que traía gente desde la estación Palermo y luego regresaba a dicha estación con la gente que esperaba, la cual bajaba de la formación para subirse a la que iría luego en dirección a la Estación Catedral, la otra cabecera de la línea. Cuando bajaba, cruzaba la Plaza de Mayo hasta la calle Defensa y tenía dos cuadras más hasta llegar a la facu.

Cuando me casé, en 1996, todavía no existían las estaciones Olleros, José Hernández, Juramento y Congreso de Tucumán, con lo cual, para ir a trabajar, tenía que tomar el colectivo hasta Carranza y luego el subte. El viaje en colectivo se fue haciendo más corto hasta que, al inaugurarse Congreso de Tucumán, se convirtió en una caminata.

El viaje de Congreso de Tucumán a Tribunales me lleva veintidós minutos, a los que tengo que agregarle de 6 a 10 minutos de caminata dependiendo de la necesidad de llegar al baño que pudiera tener. 

Ayer me subí al colectivo de la línea 38 en la esquina de mi casa y tardé una hora y media en llegar a catorce cuadras de donde debía bajarme. Opté por bajar antes cuando me di cuenta que hacía cuatro minutos que el colectivo no avanzaba nada. Después de caminar dos cuadras me di vuelta y comprobé que el colectivo seguía firme en su lugar, como todos los demás vehículos  que congestionaban la calle Uruguay.

Los porteños y sus visitantes seguiremos unos días más como rehenes entre un sindicato que quiere sueldos más altos, una empresa que no quiere pagar más, un Jefe de Gobierno que pataleó durante seis años para que le dieran el manejo de los subterráneo y que, cuando se los dieron, duplicó la tarifa y dijo "No los quiero más", y un Gobierno Nacional que se desprende de los subterráneos pero no del dinero que los subsidiaba porque lo quieren para otra cosa, ya sea una obra pública u otro hotel en Calafate. 

Será cuestión de armarse de paciencia. Y de conseguirse algo que leer mientras pasamos tanto tiempo arriba del bondi, como le decimos los porteños al colectivo.

Desde Buenos Aires los abrazo. Brian



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