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jueves, 23 de agosto de 2012

FRAGMENTOS DE CONVERSACIONES AJENAS

Todos los días, paso mucho tiempo en la calle. Camino de acá para allá, viajo en tren, subte y colectivo, me formo en fila en Bancos, oficinas públicas, cajas de supermercados y en muchos lugares más. Y todo el tiempo, mis oídos están captando fragmentos de conversaciones ajenas. 

La verdad es que soy un bicho raro, ya que nunca me gustaron los walkman, discman, ipods u otros géneros de artefactos que implicaban enchufarse unos audífonos en los oídos y cerrarse a lo que sucede allá afuera. 

Una vez me regalaron una radio portátil para salir a trotar. Lo tomé a mal, porque nadie puede ser tan atrevido como para insinuarme que debo hacer más ejercicio. Pero después de un par de meses de verla sobre mi escritorio, aún en contra de mis principios, decidí llevarla para que me haga compañía de camino a la facultad. El primer inconveniente fue que los audífonos se me salían todo el tiempo. Pero lo peor fue que al meterme en el subte me di cuenta que lo único que iba a escuchar era estática. Y ese fue el fin de esa radio deportiva. Y de mi relación con los dispositivos de esa calaña. 

Viernes 17/08/2012. 23:35. Después de un día sin electricidad, estoy yendo a buscar a una de mis hijas a un cumpleaños con mi paragüas abierto sobre mi cabeza. Al pasar frente a un edificio, veo la figura de un hombre que se despide de una mujer. Ella, que tendrá unos cincuenta abriles, sonríe. Él, me da la espalda. Alcanzo a oír lo decir: 

–Yo también me tiro pedos y eructo. 

Después de escuchar esa frase reveladora de la idiosincrasia del fulano, entiendo por qué la dama lo está despidiendo a tan temprana hora. No que haya nada de malo con el funcionamiento fisiológico del hombre, pero ¿para qué revelar esa información?

Septiembre de 2009. Mediodía. Mientras espero a un amigo en el lobby del edificio donde trabaja para ir juntos a almorzar, un grupo de yuppies baja de uno de los elevadores haciendo referencias sexuales de una compañera de trabajo.. Uno de ellos afirma: 

–Tengo un gusto a cien pijas en la boca. 

Recuerdo haberme preguntado cómo sabía el yuppie a qué sabía eso. 

La verdad es que decimos cosas inapropiadas en todo momento y en todo lugar. No nos damos cuenta de las barbaridades que decimos y hasta llegamos a jactarnos de ellas. 

Abril 2012. Jueves, 19.15. Doy la vuelta en la esquina y veo a un cantonero discutiendo con una mujer de su mismo oficio. Palabras que no puedo reproducir. 

No todo lo que escucho es de este tono. He escuchado a un chico de 23 años de pasarse un fin de semana de fiesta usando cocaína como único combustible para que su cuerpo funcione. He escuchado a dos choferes de alguna empresa de transporte para turistas VIP hablar de cómo obtener un beneficio de todo el dinero que los pasajeros van a gastar en diversión nocturna. He escuchado a una mujer contarle a su amiga como un ejecutivo de la empresa la encerró en un baño para tratar de abusar de ella, para que la amiga luego se anime a contarle que tuvo una situación similar. 

También he escuchado alguna buena noticia. Un hijo que le cuenta a su madre que aprobó un exámen, o un marido que le cuenta a su esposa que lo contrataron en la empresa donde tuvo la entrevista de trabajo. Una mujer avisándole a alguien que su hermana estaba embarazada. Noticias felices que contagian entusiasmo. Uno escucha todo, pero elija quedarse con lo que más te conviene para tu momento. 

En este punto, mi hobby callejero es muy similar a mirar un noticiero. Sólo que las gerencias de noticias parecen haber decidido que sólo es noticia aquello que tenga una connotación negativa. Nunca escuché a un presentador de noticias decir cuántos bebés nacen cada semana. Parecería que la buena noticia es una rara gema que sólo debe ser exhibida en contadas ocasiones. 

Para suplantar la ausencia de buenas nuevas y morigerar el tomo depresivo general que impone el noticiario, están los deportes y el espectáculo. Horas interminables de aires con noticias sobre el fútbol, deporte que en Argentina tiene prioridad para el gobierno por encima de los ingresos de los jubilados. Por eso, prefiero mantenerme informado de lo que sucede con mi radio natural. Prefiero saber que el señor no contiene sus gases, que al otro le gusta lo que le gusta y que hay mujeres que saben apoyarse entre sí en malos momentos. 

Desde Buenos Aires, los abrazo. Brian.

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