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martes, 21 de agosto de 2012

SOBRE CORRECCIONES IMPOSIBLES.

Los fines de semana largos son demasiado cortos. Es así. Uno se entusiasma porque tiene un día más para descansar, pero resulta que en realidad lo que tiene es un día más para desordenar sus horarios normales y comprometerse en actividades desgastantes que, a la larga, hacen que uno descanse menos que en un fin de semana normal.

El pasado sábado amanecí con un llamado a las 07.00 am de la empresa del cable avisando que iba a venir un técnico a ver por qué no andaba el decodificador nuevo. Después de cortar me situé frente a una encrucijada. O me quedaba en la cama durmiendo un poco más, en cuyo caso el técnico seguro tocaría el timbre a las 08.00 am, o me levantaba, corría las cosas que iban a interferir en el trabajo del técnico y me quedaba sentado esperándolo, en cuyo caso, seguro que no venía antes del mediodía.

Ya estaba despierto, así que me levanté. Prendí la compu, revisé correos, facebook, Amazon y este blog. Me alegré al ver que ya estaba cerca de las 400 visitas y me puse a pensar el tema para escribir la siguiente entrada. Empecé dos veces y las dos veces terminé por eliminar lo escrito.

Lo cierto es que, al escribir, es más lo que se tacha que lo que queda. Lo que me lleva a preguntar, ¿quedará esta columna? Veremos, veremos, después lo sabremos.

La verdad es que hay ideas que me entusiasman cuando llegan pero que, después de que se quedan un rato, comienzan a aburrirme. Así pasó con una historia que comencé a escribir hace unos años y de la cual llegué a escribir casi ciento cincuenta páginas para al final dejarla archivada en el menú de mi compu porque no me animé a descartarlas. Lo mismo me ocurrió con "El Genetista", novela que escribí completa, pero que al comenzar a corregir me desencantó y decidí, también, dejarla de lado.

Corregir es algo que me cuesta mucho. Especialmente porque tengo el defecto de recordar lo que escribí en vez de leerlo. El tema es que no siempre coincide lo que recuerdo con lo que escribo, lo que hace que cosas que deben corregirse queden como están.

Sin embargo, he empezado a disciplinarme más con las correcciones. Me corrijo antes de decir alguna barbaridad. Me corrijo antes de pelearme. Me corrijo antes de cometer errores que no pueden corregirse con un  programa corrector de textos. 

A veces es mejor corregir ciertas cosas antes de plasmarlas, porque si bien la disculpa es siempre algo saludable, mejor es no tener conductas que generen la necesidad de disculparse.

Una chica que se recuperó de un ACV tuvo que salir a defenderse, porque los periodistas de un programa de televisión cuestionaron la gravedad de su condición. No hay disculpa que cure el daño ocasionado. Como tampoco tendrá disculpa un gobierno que se niega a ver las necesidades de sus gobernados. Y acá paro, porque sé que, en el fondo, soy incorregible.

Desde Buenos Aires, los abrazo. Brian.


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