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miércoles, 3 de octubre de 2012

BOLUDECES CONTUNDENTES.

Las boludeces pueden hacer un daño tremendo, porque siempre hay boludos que están a dispuesto a darle una entidad que no tienen. Por ello, las boludeces contundentes son causantes de serios agravios.

Hace rato que escucho por muchos lugares una frase que realmente no tiene sentido. "Si sucede, conviene." Esta frase, al parecer, se le atribuye al gurú Sri Sri Ravi Shankas, aunque, en realidad, ya en el siglo XVIII había pensadores que la habían barajado. Joseph Leibniz desarrolló las ideas que fundamentan esta idea en su libro "Teodisea". Voltaire, en su momento, escribió una obra llamada "El Optimista" o, según las traducciones, "El Cándido".


Leibniz sostenía que todo lo que sucedía, incluso las peores calamidades, sucedían por algún motivo oculto que sólo Dios conoce y que si sucedía era porque era la voluntad de Dios.


Yo creo en Dios, pero no creo que todo sea por su designio. Porque creo que Dios nos dio la libertad de elegir. El hombre elige iniciar guerras en vez de vivir en paz. No es Dios quién le dijo a los locos que estrellaron los aviones contra las torres gemelas que hicieran un curso para pilotear aviones, que los secuestraran y que los volaran directo a esos dos edificios.
Tampoco creo que Dios le haya ordenado a Hitler exterminar a millones de judíos en los campos creados al efecto ni que le haya dicho a Bush que destruya Iraq como país, que torture a cientos de inocentes.


Si el mundo está como está, es porque nosotros, los hombres, lo pusimos así. El tren que chocó en Once ocasionando la muerte de 57 personas no lo hizo por designio divino sino por la avaricia de los hombres que prefirieron robarse el dinero y no darle mantenimiento a los trenes. Los que murieron en Cromagnon no fueron víctimas de un sacrificio exigido por Dios sino víctimas de un homicidio en el cual el empresario, el grupo, el estado y la misma gente que llevó bengalas y las prendió de manera irresponsable son todos cómplices.

Pero esta no es la única de su calaña. Harto estoy de recibir correos electrónicos encadenados que te ordenan a reenviar a diez, ocho o veinte contactos so pena de castigos de proporciones bíblicas. Hace poco recibí uno que aseguraba que la Virgen María había hecho que una persona que interrumpió la cadena perdiera su trabajo y fuera abandonado por su mujer. Como si la Madre del Cielo estuviera en el negocio de cagarle la vida a la gente. 

¿Por qué este afán de aferrarse a supersticiones estúpidas? Alguna vez vi una película del actor, escritor y director de cine Albert Brooks. En ella, él y Merryl Streep llegaban a la "Ciudad del Juico" después de morir para ser sometidos a una evaluación particular. Se elegían algunos días al azar para determinar si habían evolucionado, para lo cual era necesario vencer al miedo.

El miedo es nuestro principal freno en la vida. La mayor parte de nuestras limitaciones están dadas por el miedo que nos provocan situaciones determinadas. ¿Cuántos hombres nunca hablaron con la mujer que les gustaba por miedo al rechazo? ¿Cuántos han seguido una vocación que no sentían por miedo a contrariar a la familia o la sociedad? ¿Cuántos se han quedado en un trabajo que les hace infeliz sólo por miedo a no conseguir otro trabajo? ¿Cuantos se han sometido a una esclavitud virtual o real por miedo?

El miedo llevó a Alemania a aceptar a Hitler como su líder incuestionable. Porque, con su discurso, este les hizo sentir mejor como persona y como Nación. Muchos se convencieron de todo el mensaje, otros simplemente tuvieron miedo a reaccionar.

Siempre me pregunté por qué tantos miles de judíos que sabían que iban a ser exterminados podían ser custodiados por un puñado de soldados. Si la muerte era tu destino, más vale morir peleando que hacerlo como esclavo.

Las boludeces contundentes son peligrosas. Un idiota dijo que un grupo racial era enemigo de la Nación y seis millones de judíos murieron en la segunda guerra mundial. Lo mismo ocurrió con los armenios en Turquía, con los 800.000 hutus y tutsis asesinados en Rwanda en dos meses. Y podemos seguir contando. Kurdos en Iraq, musulmanes en Bosnia, etc.

Pero para Ravi Shankar, el genocido le convino a sus victimas. Yo creo que no.

Desde Buenos Aires, los abrazo. Brian.




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