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sábado, 15 de septiembre de 2012

DÉJENSE DE JODER CON LAS VIRTUDES DE LA MILITANCIA

Estoy cansado de la exhaltación del militante. Militante es aquél que milita. Milita es la conjugación de la tercera persona del singular del verbo militar. Militar puede ser muchas cosas, pero existe una correlación del verbo con el sustantivo que es lógica.

Una de las características de lo militar es la disciplina. Comprensible, ya que frente al peligro es indispensable que el soldado se mantenga firme en el cumplimiento de las órdenes. En efecto, en batalla, es indispensable que cada hombre cumpla con su deber. Lo fue en el pasado, cuando los hoplitas atenienses se mantuvieron firmes en formación frente a una fuerza dos veces y media superior de soldados persas en las planicies de Maratón, como lo fue para los hombres que en Bastogne, Bélgica, se vieron rodeados por una fuerza cuatro veces superior. Si esos hombres no hubieran resistido hombro con hombro con sus compañeros, es posible que Atenas se hubiera convertido en colonia persa y que la segunda guerra mundial no hubiera acabado en 1945.

Sin embargo, estas características que se ensalzan en los soldados no son las que más me gustan al momento de vivir la vida política. El militante se ha convertido en el soldado de sus líderes. En Argentina se habla de la "disciplina partidaria". Aquella cualidad de subordinación de los políticas a las ideas de un partido. 

Pero cuando los partidos se convierten en entidades personalistas, la subordinación al partido se convierte en sinónimo de subordinación a la persona que reviste la calidad de líder del partido. Así, el caudillo concentra las voluntades de todos aquellos que dirige y convierte la democracia en una dictadura donde, en general, prima el autoritarismo. Ello por cuanto el caudillo requiere que el control absoluto de todos y de todo. No puede admitirse el disenso ni crítica a sus decisiones, ya que ambos constituyen elementos que debilitan su poder sobre la sociedad que quiere regir.

El régimen nazi de Adolfo Hitler es el ejemplo perfecto. Los militares alemanes, durante esa época, no juraban lealtad a Alemania, juraban lealtad a su líder. Aún cuando su líder los llevara a la destrucción de Alemania. Las legiones romanas no juraban fidelidad a Roma, sino al emperador. Los sovieticos al Camarada Stalin. Y así podríamos mencionar a Mao Tse Tung, Saddam Hussein, Fidel Castro, Hugo Chávez. Aunque hoy día los juramentos están pasados de moda, la subordinación sigue siendo la misma. Amamos al líder, no a la Patria.

La democracia verdadera requiere la participación de ciudadanos comprometidos con sus ideas e ideales. Compromiso que deben asumir, en igual medida, con la Patria, la Constitución Nacional y el ideal de libertad que deben tener todas las personas por igual. 

Estoy harto de ver a los políticos actuar en bloque. Los Diputados de la Nación no representan a sus partidos, representan a la gente que los ha votado para que ocupen sus bancas. Los Senadores Nacionales no representan a sus partidos, representan a las Provincias de las que vienen. Estoy harto de esta ausencia de ideas propias. Pero aún más harto estoy de ver como los políticos que hacen oído sordos a los reclamos de los ciudadanos.

El jueves 13 de septiembre de 2012 se movilizaron en Argentina un millón de ciudadanos comprometidos con la Patria. Lo hicieron para reclamar un cambio. Déjenme de joder con los militantes que marchan bajo la supervisión de los punteros, verdaderos comisarios políticos que ejercen un control despótico sobre sus filas. Ellos no son la virtud de la democracia. La virtud de la democracia está en otro lado.

Desde Buenos Aires, los abrazo. Y, como decía Lennon, dénle a la paz una oportunidad. Brian.






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