3.
La foto del anciano era extraña. Parecía una pintura del
hombre con un niño sobre su falda. Gael fijó la mirada en la nariz, afectada
por una rinofima que ejercía una desagradable fascinación sobre los ojos.
Parecía algún tipo de clérigo, un obispo o un cardenal, aunque bien podía
tratarse de un disfraz para la ocasión ya que el niño también usaba unas
extrañas vestiduras.
– ¿Quién es? –preguntó Gael.
–Amir Eli, ¿te suena?
Para que no. Zar del titanio y concesionario del puerto
espacial y poderoso como pocos, Amir Eli era, empero, un hombre sin rostro.
Siempre había protegido su imagen, ya que creía que era la única manera de
mantenerse a salvo de asesinos, secuestradores y terroristas.
–Me suena.
–Bueno, hay alguien que lo quiere muerto.
– ¿Cómo conseguiste su imagen?
–Este es un cuadro que hicieron de él hace unos años. El
pintor extrajo una copia holográfica antes de dar los toques finales y la envió
por correo electrónico al interesado.
–Que vendría a ser...
–Todo a su momento –respondió Frida mientras se levantaba
del sillón. Se desabrochó los pantalones y bajó el cierre con suavidad. –Tengo
un antojo ahora.
– ¿Puedo hacer algo para satisfacerlo?
Frida ensayó una sonrisa caprichosa antes de soltar su
frase. –Eso espero.
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