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lunes, 10 de diciembre de 2012

BAJO LA LUNA AZUL DE ROWELA -episodio 5 de 12


5.

Frida y Gael emprendieron el camino de regreso. Se dirigieron a un almacén en los suburbios donde podrían aprovisionarse de lo que necesitarían para la misión. Ella aprovechó para cerrar los ojos mientras Gael guiaba la nave dentro de la complicada maraña de pasadizos subterráneos. Entonces, se comunicó por su transmisor de ondas alfa con el intermediario. Se acordaron los términos y le dieron la información sobre el itinerario exacto del blanco en los próximos días. Cuando la comunicación se interrumpió abrió los ojos y sonrió.
–Creo que te vas a sentir muy a gusto con esta misión.
– ¿Qué pasó?
–Hablé con el contacto. Eli se va a pasar los próximos tres días en el Casino de las Sibilas.
–El casino en las nubes, qué nivel.
–En el almacén encontraremos lo que necesitamos y algo más.
– ¿Qué?
–Un millón. En efectivo.
– ¿A cuenta de honorarios?
–Así es.
– ¿Qué nos impide huir?
– ¿Tengo que responder?
Tardaron un rato en llegar al almacén. Era un edificio de fachada lisa y techo de chapa de poliuretano cubierto de polvo de carbón. Tenía una enorme cortina metálica por puerta y algunas ventanas de acrílico reforzado completamente pintadas de negro.
–Lindo lugar –señaló Gael al avistarlo, comentario que Frida pasó totalmente por alto. Ella sacó su celular, marcó un código de cinco números y la cortina comenzó a subir. Gael desaceleró y hizo una aproximación lenta para darle tiempo al mecanismo de abrirse lo suficiente como para que el vehículo pudiera ingresar sin problemas. Una vez adentro, encontró la dársena de amarre y detuvo la nave. Mientras la persiana se cerraba, comenzaron a caminar hacia la oficina que se veía en un rincón.
– ¿Tenemos que encontrarnos con alguien?
–Se supone que ya se fueron.
– ¿Tenés un arma?
–No, supongo que vos tampoco.
–Supones bien. ¿Qué querés hacer?
–Si es el agente no creo que haya problemas, si no, dudo que podamos escapar.
–Vamos entonces.
Se acercaron a la puerta sin hacer ruido y miraron adentro. Tomaron el coraje para dar el paso decisivo y entraron. Sobre una mesa, bajo la luz del único farol que alumbraba la habitación, había una valija cerrada y un sobre papel madera sellado con lacre. Se acercaron con cuidado y comprobaron que no había trampas. Gael tomó el sobre y revisó el sello. Lo rompió y miró en el interior del sobre. Una llave, una tarjeta y una invitación en un sobre cerrado con una leyenda.
“Para Gael Núbil y Sra.”
–Nos casamos.
– ¿Sí? ¡Qué bueno!
– ¿Cómo sabían mi nombre?
–Ellos lo saben todo. Voy a abrir la valija.
Frida se colocó detrás de la maleta y trató en vano de abrirla. Gael se acercó y le mostró la llave. La introdujo en la cerradura magnética y los mecanismos se activaron. En menos de un instante se escuchó un clic y la tapa de la valija comenzó a levantarse. Adentro, ordenados en billetes de a cien denarios, el millón brillaba con fulgor propio. Se miraron compartiendo una sonrisa.
Gael fue hasta su nave y buscó un morral azul que tenía en la cajuela para cargarlo de dinero. Puso allí medio millón y luego sacó ochenta mil denarios más que fueron a parar a la cartera de Frida. Era una coqueta carterita de cuero ecológico camaleón, con una capacidad sorprendente para su pequeño tamaño. El resto del dinero quedó en la maleta, la cual Gael guardó en el portaequipajes del vehículo.
–Hora de llamar al Clan –dijo entonces Gael mientras buscaba su celular en su bolsillo.
– ¿Para qué?
–Para pagarles. ¿Qué más?
–No nos apresuremos. Podemos llegar a necesitar ese dinero.
– ¿Para que querés tu dinero?
–Para pagar una cirugía.
– ¿De qué tipo?
–De la que me mantendrá con vida unos años más. Esta piel no se regenera sola.
–Si vos querés pagar después, todo bien, pero yo quiero sacarme de encima al Clan.
–OK. Deciles que vas al Casino a llevarles el dinero. Después de todo, ellos son los dueños.
–Si les pago ahí levantaré sospechas.
– ¿Si pagás acá no? Aparte, ¿queremos que conozcan este lugar?
Gael pensó un segundo y llegó a la conclusión de que Frida tenía razón. –De acuerdo, esperamos. ¿Dónde estará el equipo?
–Sugiero que busquemos en aquellas cajas, parecen haber sido puestas hace poco.
Fuera de la oficina se veían unas cajas apiladas cubiertas por una lona vieja que no parecía tan sucia como las demás. En ellas encontraron dos juegos de pistolas múltiples, con cañones de balas, láser y dardos. En otra había municiones, baterías y un set para cargar los dardos con diferentes sustancias. En una tercera caja había placas explosivas remotas y por tiempo, mientras que en la última había un fusil con mira telescópica digital infrarrojo con capacidad para disparar proyectiles explosivos de 30 milímetros. Cargaron todo en el compartimiento clandestino debajo de los asientos del vehículo y se encaminaron al Casino de las Nubes.
Flotando a media milla de altura, sobre la capa de nubes permanentes del planeta, el Casino de las Nubes era un satélite que se desplazaba a altura constante dentro de la atmósfera. Era un complejo de hotel y casino que brindaba al público el mejor entretenimiento de la galaxia. Juego, espectáculos, prostitución y drogas. Todo convivía en armonía en aquel lugar.
Gael llegó desde el oriente para hospedarse en el ala de las Mil y Una Noches, sector del Casino con ambientación del antiguo mundo árabe, donde la discreción era lo más importante. Les dieron una suite con amarradero propio, lo que les permitiría acceder a las armas ocultas en el vehículo sin problemas.
Hicieron el amor entre las sábanas de seda que vestían un colchón de aire caliente, ideal para relajar tensiones musculares. Luego se dieron un baño de neutrones y bajaron al bar a tomar una copa. No les sorprendió ver al hombre de traje rojo acercarse a ellos y sentarse a su mesa mientras brindaban con una copa de vino rojo. Lo que sí les sorprendió fue que en una muestra de total descortesía muriera allí mismo, sin decir palabra alguna.
–Camarero –dijo Gael de inmediato–, por favor, llame al gerente de inmediato.
– ¿Podría saber el motivo? –dijo el robot de turno.
–Dígale que hay un muerto en mi sopa.

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