4.
Con el rostro enrojecido y la respiración
atormentada, Frida soltó un último y feroz gemido antes de relajarse. Se
acurrucó junto a Gael y le acarició el torso con suavidad. –Buen chico.
Gael se sorprendió con el comentario, pero no quiso
quedar pagando. –Usted no ha estado nada mal, señora.
–Señorita –dijo con toda coquetería–, jamás me he
casado.
–A sus años podrían acusarla de solterona.
–Con este cuerpo, qué importan los años.
–Hermoso cuerpo.
–Sin duda. ¿Sabés hace cuánto que camina por el
mundo?
–No y sería de poco caballero preguntar.
–Es cierto. Por eso lo cuento –respondió. Se
levantó de la cama y caminó hacia el baño. Gael no se perdía un solo cuadro de
la escena que se rodaba. –Pero no ahora.
–Como gustes. ¿Vas a bañarte?
– ¿Se puede?
–Claro, tenés agua caliente, gentileza del
extractor de humedad y la caldera geotérmica.
–Vení, ayudame.
Gael se levantó y la condujo de la mano hasta el
cuarto de baño. Tuvieron que arrimarse en la ducha para poder entrar y permitir
que los diez aspersores los rociara. Después de un rato comenzó a sonar la
alarma de consumo y se apuraron a terminar para no quedar cubiertos de jabón
antes de que se corte el flujo. Cuando esto sucedió, se colocaron debajo de los
eyectores de aire para secarse, momento que aprovecharon para encontrarse una
vez más bajo el viento del desierto. Pronto, las caricias los llevaron al
centro del mundo, un centro que se sacudía y vibraba cada vez con más
intensidad. Al final todo se resumió en una explosión de placer que los dejó
completamente liberados.
Encontraron su camino a la cocina, donde se
prepararon algo para comer. En la despensa había pavo congelado y unos
bocaditos de algas. Frida se ocupó de cocinar mientras Gael descorchaba una
botella de champagne azul.
–Me gusta esto –dijo ella.
–Qué cosa.
–Lo que hay entre nosotros.
– ¿Amor?
–No, no creo en el amor.
– ¿En qué creés?
– ¿Ahora? Estoy empezando a creer en vos.
–Es fuerte eso.
–Sí. ¿Y vos?
–Yo creo en el amor.
– ¿Te enamoraste?
–No, el amor es otra cosa.
– ¿Y qué es estar enamorado?
–Es el síntoma de algo. Puede ser amor, o
calentura, o capricho.
–Quiere decir que el amor es una enfermedad.
–Eso va por tu cuenta. ¿Más champagne?
–Como no, esta delicioso. Sería una pena que todo
salga mal.
– ¿Todo?
–Esto es todo o nada.
– ¿Realmente querés matar a Amir Eli?
–La paga es de diez millones. Yo también necesito
dinero.
– ¿Sí? Cuánto.
–Ochenta mil.
–Es un monto.
–Es.
– ¿Y quién va a pagar?
– ¿Quién te parece?
– ¿El Clan?
Frida se rió. –No, ellos pidieron cincuenta
millones. El contrato lo puso Stavros.
– ¿El Alcalde?
– ¿Conocés a otro?
–Mierda.
– ¿Lo hacemos?
–Sí, claro.
–Llename la copa.
– ¿Brindamos?
–Por Don Amir.
–Por los millones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario