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miércoles, 12 de diciembre de 2012

BAJO LA LUNA AZUL DE ROWELA - Episodio 7 de 12


7.

–Entonces subimos, matamos a los guardias, entramos a la suite, matamos a todos y listo.
Gael asintió en silencio.
–Me parece complicado.
–Sí, es complicado, pero no tenemos otra. Si pudiera meter una bomba como metimos al explorador, lo haría. Pero no hay forma de hacerlo.
– ¿Cuándo lo hacemos?
–Ya. Vamos.
Gael fue hasta el vehículo y buscó las armas en el compartimiento secreto debajo de los asientos. Volvió con Frida, que se estaba cambiando a un traje enterizo de vinilo negro que la convertía en una belleza fatal. De su cartera sacó un cepillo colorista, ajustó los parámetros y comenzó a peinarse. Con cada cepillada, el color de su cabello iba cambiando paulatinamente al color deseado. Gael aprovechó para colocarse un traje de seda gris oscuro y lentes negros. Se ató la melena en una cola de caballo y colocó una crema en su rostro para que le creciera el bigote y la barba. El vello facial aceleró mil veces el ritmo de su crecimiento y en pocos minutos tuvo el rostro escondido detrás de una barba de tres meses.
–No te queda nada mal la barba.
–Lo sé, por eso no me hice la depilación definitiva, cada tanto tiene su onda usarla –dijo mientras se pasaba la mano por la barba. Buceó en la bolsa del armamento y se colocó las pistolas en las fundas sobaqueras que llevaba debajo del saco. Se puso un cinto magnético y en su extensión pegó media docena de cargadores de munición y cuatro baterías para el láser. Frida rellenó media docena de dardos con una toxina paralizante y los cargó a una de las armas. La otra la cargó con munición común y colocó en su carterita diez cargadores y seis baterías. También guardó algunas de las placas explosivas en su bolso por si necesitaban abrirse paso de otra manera.
Salieron de la habitación y caminaron con calma hacia los elevadores. La mujer alta estaba allí enfundada en un vestido transparente que dejaba a la vista sus partes íntimas. Gael distrajo sus ojos con el trasero esculpido de la mujer, motivo por el cual no notó que tenía un arma injertada en la mano. Para su fortuna, Frida había estado menos atenta a las curvas y más suspicaz hacia la coincidente presencia de aquella mujer en el pasillo. Para cuando el arma de la gigante estuvo frente al rostro de Gael, Frida ya había disparado un dardo contra el cuello de la asesina. La mujer comenzó a luchar con las toxinas para recuperar el control de su cuerpo y así accionar el gatillo contra su blanco, pero todo esfuerzo era inútil. Gael la tomó de las axilas y la arrastró hacia un closet de servicio que estaba a pocos pasos. Allí la introdujo después de preguntarle para quién trabajaba, pero ella se rehusó a responder.
–En dos minutos eso te llega al corazón. Eso te va a matar. Aún no es tarde para el antídoto.
–Morite, imbécil.
–Como quieras, vos primero –dijo y le cerró la puerta en la cara.
La puerta del elevador se abrió y subieron. Adentro había una pareja que se besaba con pasión, un hombre que se apoyaba contra su amigo para no caerse de la borrachera y un hombre de traje negro y camisa blanca. Nueve pisos más arriba bajó el borracho y veinte pisos más allá fue el turno a la pareja. Gael miró fijo al hombre de negro, convencido que era del Clan, pero éste no se inmutó y bajó en el piso doscientos nueve. Apenas se cerró la puerta Gael introdujo la tarjeta en la ranura debajo del panel de botones y el elevador comenzó a acelerar para detenerse en el piso superior. Gael y Frida desenfundaron y esperaron a que se abriera la puerta. El tiroteo fue corto. Gael derribó con láser a los dos de la derecha, acertándoles a ambos entre los ojos, mientras que Frida utilizó los dardos con uno y balas con el otro. Los cuatro guardias cayeron muertos sin disparar una sola vez. Enseguida Frida introdujo el código y la puerta de la suite se destrabó. Sin que ésta se abriera, las balas disparadas por dos ametralladoras comenzaron a volar por el pasillo. Detrás de una pared holográfica se escondía un grupo de refuerzo que ahora disparaba desde la derecha. Con el pecho clavado en el suelo, contestaron el fuego a ciegas. Frida buscó en su bolso uno de los explosivos, fijó el reloj en cuatro segundos y arrojó la bomba al otro lado de la pared. La explosión acabó con los soldados y con el dispositivo holográfico que los escondía.
Entraron al cuarto para encontrarse con más guardias escondidos en puntos estratégicos. Gael le acertó al primero, Frida derribó a un segundo y el tercero se replegó al cuarto de juegos. Otro de los explosivos voló la puerta y las balas se ocuparon de todos los presentes. Amir Eli yacía en el suelo entre fichas, naipes y la sangre de sus amigos. Aún respiraba.
–Gentileza de Stavros –dijo Frida y de inmediato disparó contra el rostro del blanco.
Regresaron corriendo a los ascensores y se introdujeron en el mismo que los había llevado hasta allí. Bajaron cinco pisos para salir al pasillo y tomar la escalera de servicio. Seis pisos más abajo se encontraron con los clones de rojo subiendo las escaleras armados hasta los dientes. Salieron al pasillo y volaron la puerta de una suite. Una mujer se desnudaba sensualmente frente a un auditorio de hombres descontrolados. Gael les apuntó con el arma y les ordenó que les dieran las llaves de uno de los vehículos detenidos en la dársena privada. Les entregaron las llaves de todos, sin excepción. En el hangar había seis unidades modernas y en perfecto estado, Eligieron una al azar y despegaron de inmediato con destino a las planicies desérticas de Rowela. Al constatar que nadie los seguía, se relajaron y se felicitaron por un trabajo bien hecho.
– ¿Estás bien? –preguntó Gael al notar que Frida se tocaba el brazo.
–No es nada. Pasó de largo sin tocar el hueso. Supongo que en las cuevas podrás arreglarme.
–Primero te arreglo, después abro un champagne y festejamos. ¿Te parece?
–Me parece.

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